* Escribinos a orillera@gmail.com
¡Gracias! Mandanos tus poemas, cuentos, cartas, ilustraciones por aquí o a Juncal 495/Santa Rosa. La Pampa (CP6300)




sábado, 27 de marzo de 2010

Mentir

¿Qué puede hacer una niña tímida, de ocho, nueve, diez años, que tiene nariz grande, piernas flacas, ropa deslucida y que se sabe invisible para sus compañeras de grado? ¿Qué puede hacer esa niña a la que su madre ha contado cuentos cuando ella era la niña de la niña que hoy es, sino leer, leer desaforadamente todo lo que hay en su casa? ¿Y qué hay en su casa? Una mezcla de Twain y D´Amicis, de Stevenson y Tagore, de Dumas y Olegario Andrade, de Collodi y Kempis, una edición bellísima de El Quijote, varios Shakespeare en las ediciones populares de Tor, una Divina Comedia, un Decamerón, muchos libros sobre cooperativismo, muchas biografías y relatos de viaje, una colección de literatura política argentina que tiene desde Alberdi a Monteagudo, desde Moreno a Mansilla, con todo Sarmiento y todo Echeverría, y, sobre todo, mucha y buena literatura informativa, enciclopedias, diccionarios, historias universales y argentinas, historias de la música, del arte, de la fotografía, de la filatelia... porque no era la literatura sino el conocimiento lo que primaba en la casa y había que saber, saber cómo se hacen las cosas, cómo está compuesto el universo, cómo se generó la vida en la Tierra... porque los libros tenían un sentido utilitario y tal vez no hiciera falta leer una novela, pero cómo ignorar la evolución de la pintura desde Altamira hasta Picasso. Y yo, la niña que yo era, iba por esos libros inmensos que, sin duda, no comprendía, con el mismo desparpajo, con la misma irreverencia con que transitaba por las fotonovelas —Nocturno, Chabela,Idiliofilm— que había, a montones, en la casa de mi amiga Rosa, o por las hojas teñidas de sangre de la revista Así en las que el carnicero envolvía la carne que me habían mandado a comprar. Todo tenía para la imaginación de mis ocho, mis diez años, el mismo valor, porque yo iba por esos libros y diarios y revistas, buscando anécdotas, historias, para contárselas a mis compañeras de grado, historias que, mentirosa, contaba como propias. Iba a la escuela cada mañana, y en el recreo largo, me sentaba en un banco de cemento, en el patio y les contaba a mis compañeras de entonces algo que había leído el día anterior, una historia que alargaba o modificaba a mi antojo, para agregar suspenso o acabar a tiempo para regresar al aula. Ellas no sabían que esas historias no me pertenecían, que se trataba de episodios robados a los libros, y yo sentía por eso una inmensa vergüenza, pero lo mismo contaba, como un vicio cuya marcha no podemos detener, yo contaba. Lo que no sabía era que en aquellas historias narradas para que me quisieran mis compañeras de grado, yo estaba ejercitándome ya en esta pasión, en este delicado hacer, en esto que Abelardo Castillo llama el oficio de mentir.

* María Teresa Andruetto, autora cordobesa. Encontrás más datos en http://www.imaginaria.com.ar

martes, 23 de marzo de 2010

Así jugaba abuela ( 1992) María Alvarez Ríos. Cuba.


Mesié de la Mulé
María parle vú
en campaña no había
muchacha como tú.

Un pié, otro pié,
un mané, otro mané
un dedil, otro dedil,
un rodil, otro rodil
un agaché y un levanté.

* Fuente: Historia de la literatura infantil latinoamericana en América Latina. 2010. SM
* Foto: Jardín de la Seño Nancy en General Pico, La Pampa. Argentina.

viernes, 19 de marzo de 2010

Historia de la literatura infantil en América Latina


México:


Del " Reyno de España" vienen los primeros libros: las cartillas para aprender a leer, las biblias ilustradas, los catecismos, los devocionarios para rezar, las vidas de santos y las fábulas. (...) Sor Juana Inés de La Cruz escribe villancicos, coplas y letrillas que gustaron a los niños. Especialmente graciosas y llenas de musicalidad, son algunas en las que imita voces y ritmos de negros:

Oh, Santa María
que Dios parió
sin haber comadre
ni tené doló.

Rorro, rorro, rorro
rorro, rorro, rorró
Que cuajá, cuajá
que cuajá, cuajá te doy.

Más ya que te vas
ruégale a mi Dios
que nos saque libre
de aquella prisión.

Rorro, rorro, rorro
rorro, rorro, rorró
Que cuajá, cuajá
que cuajá, cuajá te doy.

* Historia de la literatura infantil en América Latina. Manuel Peña Muñoz. SM. 2010


lunes, 15 de marzo de 2010

Aquella peligrosa ocasión. De El pulpo está crudo


El capitán Malatranca (ya sé que es un nombre medio estúpido, pero no es culpa mía). Empiezo de nuevo. El capitán Malatranca era mi archisuperenemigo y siempre me atacaba con lo que podía. Últimamente, al muy maldito le había dado por llamarme por teléfono para desafiarme. Le escribí una carta a su Jefe pidiéndole que se dejara de embromar porque algún día me iba a enojar y le iba a romper todo. Nunca me hicieron caso. Un día fui hasta su oficina y toqué timbre. Me atendió el Capitán Malatranca en persona (si lo conocieran, el nombre no les parecería medio estúpido, sino que le va justo). Como no sabía por dónde empezar la conversación, lo primero que hice fue pegarle una piña que lo sentó. Él me atacó con su superarma; yo, por suerte, había llevado la mía. Esquivé sus disparos y me tiré atrás de un escritorio (ustedes habrán visto en las películas que conviene hacer eso). Como no tenía tiempo de revisarla (tiene un mecánico supercomplejo y sofisticado), agarré y la empecé a golpear desesperadamente contra el piso, y se arregló. Con el primer disparo tumbé toda una pared y se prendió fuego un perchero (hubiera sido más espectacular que se tumbe el perchero y se incendie la pared, pero no fue lo que ocurrió). El Capitán Malatranca cambió de táctica. Dejó su arma y se convirtió en perro (¡el típico recurso de convertirse en perro!). Tomé una de mis superpastillas y también me trasformé en perro. Entonces él se trasformó en un pájaro que me atacaba (¡el típico recurso de cambiar de animal!). Yo me transformé en un escudo y él en un martillo que me abollaba. Entonces decidí convertirme en un pájaro y escapar por un momento; pero él se transformo en un halcón que me iba a comer. No sé si esta parte la van a creer, pero fue así: cuando estaba por darme el picotazo, no sé por qué al muy estúpido se le ocurrió transformarse en una hoja de papel (ahora que ya pasó todo me doy cuenta de que es el típico error que cometen los malos en algún momento antes de llegar al fin de la historia). Yo no lo podía creer. Vino un viento y lo tiró adentro del tacho de la basura. Lo puse en la calle y se lo llevó un basurero. Así nomás. Su Jefe, que había visto la pelea, me ofreció trabajar para ellos (ustedes pensarán lo mismo que yo, ¡la típica oferta de trabajar para ellos!), pero le dije que se dejara de embromar, ni loco me quiero mezclar con esa clase de gente. Me fui dando el típico portazo que hace romper los vidrios de la puerta. Cuando salí del edificio estaba lleno de periodistas (yo no sé cómo hacen para enterarse de cada paso que doy, los muy malditos). Empezaron a hacerme mil preguntas, todos a la vez; yo simplemente les sonreía y seguía caminando con calma. Le di una palmada en la cara a uno y lo saludé: “Hola, Sam” (después me enteré de que no era Sam, se llamaba Daniel y tampoco era periodista sino el que vendía sándwiches; de todos modos, al otro día salió la foto en todos los diarios, “…aquí está saludando a Sam” y el tipo con cara de contento aunque no es Sam). Llegué hasta la calle, me subí a un taxi, saludé a todos con una sonrisa (no es exactamente una sonrisa, es algo que ensayé mucho frente al espejo, con mitad de la boca, es una media sonrisa, como para que no digan: “Ese estúpido se la pasa sonriendo”; la gente odia que uno aparezca en los diarios siempre con una sonrisa). Salimos a toda velocidad, haciendo chirriar las gomas (el típico recurso de la salida en taxi a toda velocidad). Encima del taxi, antes no la había visto, ustedes se lo imaginan, había una de esas rubias despampanantes, que cuando me vio dijo: “¡Oh! Usted es el famoso…” (sí, ya sé, la típica rubia que dice, “¡Oh! Usted es el famoso…”). Los fotógrafos enloquecieron cuando bajamos del taxi y ella me tomaba del brazo. Pongan donde más le guste la palabra FIN, el asunto es que así me salvé de mi archisuperenemigo en aquella peligrosa ocasión.

* Luis Pescetti. www.luispescetti.com

martes, 9 de marzo de 2010

Versos trabalenguas con bolitas y bolones

Bolita brilla bailando.
Un vals con bolón brillante.
Baila bolón y bolita
¡Se los ve muy elegantes!

Bolón y bolita roja
se fueron a patinar.
¡Patafúfete, qué golpe
patapúfete pum crashhhhhh!!

Tres boloncitos de acero
y una bolita violeta,
con un bonito sombrero
pasean en bicicleta.

Bolita rueda despacio
hasta llegar al trabajo.
Bolón rueda más ligero
porque quiere ser primero.

* ALM

sábado, 6 de marzo de 2010

Homenaje a Chile: Marcela Paz

El soldadito rojo

Marcela con el soldadito

Marcela estaba en cama con Rubéola. Había amanecido llena de pintitas rosadas, que le picaban por todas partes a un tiempo. No sabía qué hacer para aliviar su picazón. Pero sólo podía rascarse... Así que comenzó a llorar.

Sintió entonces como un tamborcito que sonaba a compás.

¿Será mi corazón? -pensó. Pero le pareció escuchar una vocecita en secreto.

¿Quién es?- preguntó sorprendida.

-Soy el soldadito rojo -dijo la voz- Estoy muy desteñido porque han lavado tanto tu camisa. Pero si tú me ayudas puedo jugar contigo...

Cuento de Marcela Paz (1981)

Marcela secó sus lágrimas y buscó en su camisón los dibujos que ya apenas se notaban. Había un soldadito con tambor, muy desteñido. Lo miró y sentándose en la cama le dijo:

¿Jugamos?

¡Sí, pero tienes que darme una gotita de sangre -dijo el soldado- para volver a ser el soldadito rojo!

¿Una gotita de mi sangre? -Marcela lo miró asustada. Porque la sangre le daba horror. Y movió la cabeza -No- le dijo al soldadito -Eso duele mucho.

...de la segunda edición del libro
'El soldadito rojo', Editorial Universitaria, 1986, pp. 17-21

Miró con pena al soldado y siguió rascándose.

¿Por qué no sería valiente?

De pronto sintió humedad en sus dedos y al mirarlos vio que sin darse cuenta se había sacado sangre al rascarse.

¡Toma! -le dijo al soldadito- Aquí tienes sangre mía... -y aplastó el pedacito de su camisa con el soldado desteñido en el puntito rojo y brillante de su pierna. El soldado se tiñó y comenzó a hincharse como muñeco. Luego se salió del género del camisón y con su tambor partió marchando por toda la cama. Sólo quedó un portillo donde estuvo antes.

Marcela, maravillada se reía feliz sin acordarse más de la picazón.

Se abrió la puerta y entró su mamá a verla.

-Mamá -gritó Marcela alborotada- Mira qué soldadito más lindo juega conmigo.. Se ha salido de mi camisa y marcha tocando su tambor -y le mostró feliz el hoyo sin soldado en el género.

¿Has recortado tu camisa? Nunca pensé que fueras tan tontita.. -la mamá miró enojada la camisa y pasó sus dedos por el hoyo.

-Romper tu camisita... -repetía, moviendo la cabeza.

-No la rompí -explicó Marcela- Fue el soldadito que salió a jugar conmigo. Mira qué lindo es, tan rojo!

La mamá no dijo nada, y se fue pensando que su niña veía visiones con la fiebre.

Portada del libro 'El soldadito rojo'

Marcela suspiró al verla partir enojada.

¿Qué te pasa ahora? -sintió la vocecita del soldado.

-Mamá cree que te recorté de mi camisa -explicó.

-¡Llámala! Yo me meteré en mi hueco como antes. Después que ella se vaya volveré a jugar contigo.

Diciendo esto el soldadito se acomodó en el pedazo de camisa de donde había salido y Marcela llamó a su mamá para mostrarle al soldadito en su lugar.

-Es muy extraño -dijo la mamá-. Yo habría jurado que estaba rota hace un momento... - y arropando bien a Marcela en su cama, se alejó tranquila.

Apenas cerró la puerta, el soldadito rojo volvió a salir de su hueco y marchó por la almohada y por la cama hasta que Marcela se durmió.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Caramelos sueltos, caramelos ácidos... La experiencia en Santiago de Chile

A pocas horas del terremoto, estaba en el Museo Histórico de Santiago de Chile disfrutando de la presentación del Gran Diccionario de Literatura Infantil y juvenil, precedida de una deliciosa charla entre Francisco Hinojosa
( México) , Jorge Eslava ( Perú) y la argentina Liliana Bodoc ( con quién viajé-huí la madrugada del domingo hacia Mendoza, vía cordillera). Mientras la periodista chilena entrevistaba a los participantes, yo jugaba a contestar y delineaba una futura nota con lo vivido en ese Congreso, con académicos y escritores de primera línea, para compartir en mi provincia. Un rato antes había recorrido la calle San Diego, llena de librerías " de viejo" y compré una serie de " Papelucho" (1947/71) personaje que divirtió y divierte a miles de niños chilenos gracias a la imaginación y desparpajo de Marcela Paz, homenajeada junto a María Elena Walsh y Gabriela Mistral en el contexto del CILELIJ.
Tomé unos mates con mamá antes de viajar hacia Chile; charlamos y ella me mostró una nueva adquisición en su patio lleno de geranios de colores, frutillas, margaritas y viejas empolvadas... mostraba orgullosa una esponja vegetal, producto de unas semillas que había traído de su viaje a las Cataratas . ¿ Cómo puede crecer en la pampa una esponja, pensé? tan rara, tan bonita, tan distinta a las habituales florcitas de nuestros patios?
" Los buenos libros son un derecho de todos, sin excepción porque son una herencia común de la humanidad, como lo es el medio ambiente, el planeta en que vivimos. Sólo que los libros forman parte de una herencia no natural sino cultural" . Esto dicho por Ana María Machado ( Brasil) también presente, da pistas del valor de la literatura para todos y tal vez esa relación de derecho a tener un mundo común y mejor. Vuelvo a Marcela Paz, a Papelucho y a la esponja crecida en el patio de mi casa materna: transportar la belleza, como semillas- pensé- voy a llevar estos relatos para leer con los chicos de Anguil, de Macachín, de Puelches... aquí en mi provincia. Construir un canon latinoamericano; un canon de lectura incluye recorridos lectores pensados por temas, por personajes, por autor y el ámbito del Congreso estaba lleno de semillas dispuestas a ser intercambiadas , sembradas por todo nuestro espacio iberoamericano. La pasión por leer se comunica, se alienta, se despierta, no se da como tarea. Para que hijos y alumnos lean, padres, maestros y bibliotecarios tenemos que leer y otra vez Machado sabia (y savia) " Es necesario que una sociedad que quiere ser democrática, sea capaz de garantizar a todos el acceso a los primeros libros de literatura. Y, en seguida, mostrar el camino para que el lector pueda seguir por su cuenta con las lecturas que lo acompañarán toda la vida "
El acto de esa tarde, fue en un patio interior, con el cielo como techo y caminé desde allí hasta el hotel " agrandada" , llena de " felicidad literaria" creyéndome poco menos que Neruda confesando que ha vivido.

" Le pregunté a la Domitila ¿qué harías si supieras que te vas a morir? .- Me daría una vuelta carnero-dijo- porque la muerte es la felicidad del pobre. ( Papelucho. Pág 9)

Paraba en el hotel Ciudad de Vittoria, a poco metros del Museo de Bellas Artes en donde sesionábamos, en el tercer piso , anteúltima habitación de un pasillo que terminaba en la cocina. Dormía sobresaltada por una música que venía de la calle, creo que de un boliche de jóvenes... me desperté con el rugido, el movimiento como si fuera un tren pasando por la habitación, me levanté a oscuras y llegué a la puerta que abrí, quedé " encajada" debajo del dintel y al lado dos chicas lloraba y gritaban " ¡es un terremoto!" . Fue largo, eterno, la pared crujía y se veía abrir una grieta de la que caían pedazos de pintura y revoque... alguien grito: abajo, abajo ... alcancé a agarrar un vestido y el celular y corrimos a la calle por las escaleras. Ahí eramos un montón de personas azoradas, sorprendidas, había vidrios, escombros , cables por todos lados y el señor del hotel, más aplomado, nos pedía calma, que ya había pasado, que vendrían réplicas menores pero que todo estaba bien, que el edificio era antisísmico y nadie había salido lastimado. Hay que esperar. Envié un mensaje por mi teléfono y a partir de allí fui nadie, me sentí nadie, éramos nadie(s) esperando a oscuras una noticia, una señal...De aquí en más lo sucedido ya se conoce hoy, por los medios : el sitio del epicentro, la descripción de las intensidades por zonas, el desastre, los daños, los muertos. Nada más aporta mi relato, pasé una experiencia horrible, límite, triste pero volví a casa sana y salva , conmovida y acongojada pero me esperaban mi amor, mis hijos, mi familia, mis amigos, mis pertenencias, todo todo todo lo que -para muchas familias chilenas- ya no es. Hay que atender ahí ahora , el que sabe y cree, que rece; los que no pongamos música, prendamos velas perfumadas, hagamos ceremonias, colectas, acciones que los abracen y ayuden a salir de esta tragedia.

Caramelos de luz

Marcela Paz, tiene un libro publicado en 1954 , cuyo título es Caramelos de luz ( Nosotros los niños/ vemos el mundo al revés/ Porque nuestras cabecitas/ viven cerca de los pies. (...) Si para el hambre están buenos/los caramelos de dulces/ Para lo otro hace falta/ ¡ Caramelitos de luces!) Ojalá pueda escribir, mandar, compartir miles y miles de caramelos de luces para lo que les haga falta. Chile querido.

*Adriana Lis Maggio. Santa Rosa, La Pampa. Argentina.

* Bibliografía: www. cilelij.com; Había una vez. Número Uno. 2009; Papelucho. Marcela Paz. Editorial Universitaria. 1947. Gran Diccionario de autores de Literatura Infantil y Juvenil. Jaime García Padrino. FSM 2010