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miércoles, 29 de febrero de 2012

Con ayuda del vecino...



* Un cuento realizado con los chicos de Jardín Ludovico. SR. La Pampa para su libro " Un ovillo en mi bolsillo". 2010


Avestruces, pumas, ñandúes y chanchos jabalíes viven sueltos y contentos en el monte pampeano. Cada cual con su familia forman una gran comunidad.


El jabalí Roberto vive en el lado sur con un montón de hijos, primos y la abuela chancha. A todos les gusta bañarse en una lagunita rodeada de pasto y con mucho barro para chapotear. Es que a los jabalíes les encanta embarrarse y con ese truco, no los molestan ni las moscas ¡ni los moscos!.

Es un animal muy vivo el chancho jabalí: sabe elegir y ama el monte de noche, cuando la luna brilla redonda como queso.


En el lado contrario, hacia el norte de la llanura inmensa, viven los ciervos. Ciervos cabezones, ciervos grandes, ciervos pequeños, ciervos flacos, ciervos gordos, ufff…una cantidasísimaaa de ciervos como de terciopelo marrón.

Los ciervos tienen aspas y cuando quieren conseguir novia, van por el monte frotando sus cabezas en los árboles y dejando ese perfume a macho, bien rico para conquistar a las hembras.

Así se van oliendo y encontrando pero… cuando dos machos desean tener a la misma cierva ¡Cuidadito! por que se pelean. ¡Pum, crash, pum…! y el que gana- como siempre pasa en las películas - ¡se queda con todas!


Hacia el oeste donde siempre se pone el sol, viven los pumas. Hermosos y gatunos. Con unas garras filosas para atrapar comida y hacerse una fiesta de sangre… Y sí, es que estos animales cazan para comer y les gusta de requetequetechupete la sangre colorada.


Sur con los chanchos cochinos; norte para los ciervos elegantes; oeste para la familia puma y en el este, este. En el este: ¡este ñandú! El mismísimo ñandú Plumín con tooooda su familia de quichicientos ñanducitos.

El ñandú es el único pájaro que no vuela pero no importa, tiene alas muy grandes para abrir y correr bien rápido.


Este ñandú del cuento tiene tantos charitos, como se les dice a los pequeños, que los papás les habían puesto número en vez de nombre. Es que nacieron todos juntos y no les alcanzaba la cabeza para pensar.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco…y me pego un brinco… seis, me lo pego otra vez.


Papá Plumín fue el encargado de empollar los huevazos, mientras la ñandú madre traía comida. Pobre ñandú mamá que tiene que caminar cargando cascarudos, chinches verdes, vaquitas de San Antonio, yuyos…y un montón de comida para todos. Menos mal que la pobre aunque no tiene moto, tiene unas patas largas largas para llegar a tiempo con su delivery !


Justamente con la familia ñandú se armó el problema.

Se revolucionó el monte pampeano.

Se chocaron los planetas…bueno, un poco estoy exagerando pero resulta que, un día cuando llegó la mamá con una buena porción de gusanos y lombrices para todos: uno, dos, tres, cuatro…¡faltaba uno de los hijitos!


-Se perdió Cinco, se perdió Cinco gritaba en idioma ñandú.


El papá estaba desesperado.

Los hermanos charitos empezaron a buscar y a buscar y a buscar: por debajo de la cama; por encima de la mesa; por adentro del ropero, por afuera de la casa… y salieron todos corriendo, pidiendo ayuda a los amigos animales para buscar a Cinco.


-Ciiiiincroooooccc croc… - gritaba el sapo.

-Cincoinc oinc oinc... - decía el chancho.

-Cincocoricó…llamaba el gallo.

-Cincooooo todos, todos.


Pero el ñanducito Cinco no parecía… hasta que por ahí, Roberto embarrado vio algo en la laguna: ¡Ahí está!. y sin dudarlo se metió para el rescate. Con su trompa sacó un bicho plumudo y ante la mirada de todos atentos, lo empezaron a lavar:


-Cocorocó coc coóo cluuuuu , coooo, cóoooooooooooo! , dijo la rescatada que resultó ser ¡una gallina!


-No es, no es, no es mi ¡Cinquito querido! – gritaba entre llantos la mamá ñandú. Y todos volvieron a buscar mientras la gallina se alejaba sacudiendo la cabeza. Cocoro có coc cóoooooooooooo.


Los ciervos frotaban sus cabezas en cada tronco, para orientar a Cinco, con el olor.

Los chanchos miraban lejos con telescopios.

Los hermanos ñandúes se trepaban a los árboles para ver desde lo alto.


-Cincoooooooooooocincuacuac cuac …- llamaba el pato.

-Cincoooooooooooooooooooooooo

-Cincooooo todos, todos.


Hasta que al fin…el puma lo vio. Allá a lo lejos en un sendero, temblando de miedo, más perdido que la abuela en el ¡Shopping!, estaba Cinco.

Sin decir nada, sigiloso y rápido, el puma lo fue a buscar, lo subió a su lomo para no lastimarlo con las garras y lo trajo calladito junto mamá y papá.



¡Qué felices se pusieron todos cuando los vieron venir! Aplaudían con las alas y volaban plumas de alegría…


Clap clap plap plapppp Plapas clapas clappp.

Sin retos ni enojos, mamá ñandú abrazó a Cinco, le dijo bajito a la oreja que lo quería, bbbbs bsss bsssssssss … y se armó la gran fiesta para festejar y agradecer.


Una fiesta con besos con trompa embarrada de chancho jabalí.

Con helados de sangre colorada para el puma valiente.

Con caramelos de caracoles babosos para los charitos.

Con ricas hojas verdes para los ciervos.

Con globos y chupetines y chocolates y arroz con leche y música y mucho amor….para toda la comunidad del monte pampeano que, me parece, shhhhhhhhhhhh- escuchemos- ¡Todavía siguen bailando!


ALM




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