Salen
iluminados por la bola de espejos.
Casi las seis de la mañana. Se mezclan los olores, los nombres, los
sexos. Hay una chica rubia que duerme sobre un hombro con tatoo de
pescaditos. Uno tiene pelo con cresta colorada.
Otro lleva un aro de diente de leche y parece que el mismísimo ratón
Pérez, le muerde la oreja. Ríen estridente. Se tocan sin pudor.
Celulean.
Mensajean. Sentado
en el cordón de la vereda hay uno descompuesto, casi besa el
asfalto. Otros se besan bien (no casi). La ciudad ya está puesta:
las veredas, los árboles, los barrenderos. Mabel y Marta espían por
la ventana: menos
mal que nosotras criamos a todos nuestros hijos antes de que viniera eso de la adolescencia...
* En " Menta" . Ediciones Orillera 2010
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