La del vestido de piedra,
que el dormido musgo teje,
traza un camino en el aire
hecho sólo para peces.
Señora que muy tranquila
su clara música extiende,
hace del agua su reino
y el parque se lo agradece.
El único viento oscuro
que enamorarla pretende
borda fugaces guirnaldas
con las gotas que le ofrecen.
Y ella, toda ruborosa,
su mano antigua le tiende
y se queda así, esperando
a que su galán la bese.
La del vestido de piedra...
la dama del llanto breve.
* Norge Espinosa. Cuba
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